Si alguien nos dijera que existe un producto que ayuda a prevenir los tumores y las enfermedades cardiovasculares; que tiene efectos antiinflamatorios y antioxidantes, – por lo que nos ayuda, entre otras cosas, a mantenernos jóvenes -, que puede modular nuestro sistema inmunitario y nos protege de la radiación solar; nos lanzaríamos como locos a por ese producto milagroso.
Mayte Bonilla Castro
Pues bien, lo tenemos más cerca de lo que creemos. Ese producto tan extraordinario es el té. Sí, el té. Esta bebida exótica y evocadora es la segunda más consumida del mundo, -sólo superado por el agua-, aunque por la zona mediterránea su consumo no esté tan extendido como en otros países europeos o de Oriente.
No es sorprendente que sea China el mayor consumidor de té del mundo teniendo en cuenta su población, pero si hablamos de quién toma más té per cápita, es Turquía el país con más apasionados por esta bebida.
Pero, conozcamos mejor esta bebida tan particular. Vamos a contestar algunas preguntas.
¿De dónde viene el té?
El té se obtiene de diferentes variedades de una laureácea: la Camelia sinensis, un árbol de la familia de las camelias que puede llegar a alcanzar varios metros de altura. Se produce en zonas de alta humedad y temperaturas no extremas, pero independientemente del nivel del mar. Hay que tener en cuenta que si no proviene de la Camelia sinensis, no es té. Ni el rooibos, ni el regaliz, ni el té de menta… Son infusiones y algunas de ellas muy sanas, pero no son té.
China es el país de origen de esta planta. En el año 200 a.C., un libro chino sobre plantas medicinales ya menciona los efectos desintoxicantes de las hojas de té. Fábula e historia sobre el origen de esta bebida se confunden hasta el siglo VIII d.C. En este siglo el té se introdujo en Japón, y de allí pasó a toda Asia.
Fueron los holandeses los que trajeron el té a Europa por primera vez en el siglo XVII. Más tarde, debido a problemas entre Holanda y Gran Bretaña, los ingleses prohibieron el consumo de té importado por aquel país y encargaron a la Compañía de las Indias Orientales que lo trajeran directamente de China.
El té se convirtió en un buen negocio y por ello los ingleses fomentaron su cultivo en sus colonias desde 1834. Así se comenzó a cultivar té en India, Ceilán, Madagascar, Formosa y otros países de la zona.
Uno de los hechos relevantes de la historia del té, y que revolucionó la manera de consumirlo, fue la idea del comerciante americano Thomas Sullivan, que en 1902 comenzó a ofrecer el té en bolsitas. Eso permitió que se extienda su consumo. El resto como se suele decir, ya es historia.
¿Cuántos tipos de té hay?
La calidad y el sabor del té dependen del lugar de cultivo y del tipo de suelo, como ocurre con cualquier otra especie vegetal; pero lo que diferencia un té de otro en cuanto a color y sabor es cómo se manipula después de cosecharlo. Ahí es cuando aparecen los distintos tipos de tés que todos conocemos: té verde, té negro, té rojo… .
También podemos encontrar los tés posfermentados Pu Erh, los tés ahumados y los tés perfumados. Por supuesto, también tenemos los tés desteinados. Además de los tés modelados de diversas formas, como las margaritas o las trenzas de té. La imaginación no tiene límites. También se puede utilizar el té como ingrediente en un buen número de recetas culinarias.
Si tenéis curiosidad por saber más sobre las variedades de tés que existen, podéis consultar el cuadro al final del artículo.
En 1902 un comerciante estadounidense tuvo la idea de ofrecer el té en bolsitas.
¿Por qué es tan especial?
Las buenas cualidades del té se deben a su composición, pues en esta bebida podemos encontrar un buen número de sustancias beneficiosas, como por ejemplo:
–Polifenoles, -como la catequina-, que son los compuestos naturales que dan al té su astringencia, y es aquí donde se concentran sus propiedades antioxidantes. La catequina que más abunda en el té y, es también la más activa, es el galato de epigallocatequina.
–Aminoácidos, siendo el más abundante el L-teanina (se han realizado numerosas investigaciones para comprobar si la L-teanina potencia la actividad de las ondas alfa en la actividad cerebral, y con la teína induce un estado de “alerta consciente” cuando se consume).
–Alcaloides, en concreto la teína, la teofilina y la teobromina; encimas, que son las responsables de las diferencias entre el té verde y el té negro; y pigmentos, como la clorofila o el caroteno.
–Hidratos de carbono.
–Proteínas.
–Oligoelementos.
–Minerales, hasta veintiocho. El flúor es más común, por eso es tan beneficioso para mantener los huesos sanos.
–Compuestos orgánicos volátiles que son los que le dan sabor y aroma.
La cantidad y variedad de los compuestos enumerados en el párrafo anterior está determinada por el grado de oxidación a que se somete la hoja de té recién cosechada. Es decir, cada variedad de té posee sus propias cualidades concretas.
Cuando las catequinas entran en contacto con las polifenol oxidasas –cómo ocurre cuando se enrollan las hojas del té para la producción del oolong y del té negro -, la oxidación produce estructuras diméricas y poliméricas de los flavones, lo que da origen a las teaflavinas (dimeros) y a las tearrubiginas (polímeros). Estos son los derivados que aportan el color y sabor característico al té negro.
Así tenemos que el té verde contiene una gran concentración de catequinas y baja cantidad de teaflavinas y tearrubiginas. El oolong contiene cantidades intermedias de estos dos productos. El té negro, por su parte, presenta bajas cantidades de catequinas y altas concentraciones de teaflavinas y tearrubiginas.
El té, particularmente el verde, también contiene una pequeña cantidad de flavonoides, como la quercetina, miricetina y el kanferol, todos en forma de glicósidos.
Una infusión de té típica preparada con un gramo de hoja de té y 100 ml de agua caliente, contiene entre 250 y 350 mg más o menos de material sólido, que está constituido por un 35-45% de catequinas y un 6% de cafeína. Una taza de café con la misma preparación tiene hasta un 25% de cafeína.
Pero, ¿qué efectos positivos concretos tiene el té?
El té se asocia a numerosos beneficios para la salud. El principal de estos beneficios sería su efecto antioxidante, ya que sus componentes actúan como atrapadores de especies reactivas del oxígeno y protegen la estructura de los ácidos nucleicos, de las proteínas y de los lípidos.
Se ha comprobado in vitro que los polifenoles del té inhiben la iniciación, promoción y progresión de tumores. También inhibiría la iniciación de la aterogénesis, derivada de la oxidación de las LDL, y reduciría el colesterol a la vez que tiene un efecto vasodilatador.
Además activaría la movilización de la grasa en el tejido adiposo y ayudaría a mantener en buen estado la masa ósea por su contenido en flúor. Por otra parte también podrían proteger el daño causado por la radiación ultravioleta y hasta es posible que logre modular el funcionamiento del sistema inmunitario.
Es también un antiinflamatorio natural y protege de las enfermedades cardiovasculares. Se ha demostrado que el té verde activa enzimas encargadas de procesos de desintoxicación.
Aparte de los estudios in vitro, existe también gran evidencia científica, producto de estudios epidemiológicos realizados a una amplia población y de diferente rango de edad. Si bien casi todos los estudios realizados sobre los beneficios del té se refieren al té tomado solo, es decir, sin leche.
Por lo tanto se puede concluir que el té es una bebida muy recomendable y contribuye a mejorar la salud y la calidad de vida. Y se puede tomar muy caliente o bien frío, con lo que es adecuado tanto para el invierno como para el verano.
PARA CURIOSOS
El té se puede clasificar por su color antes de la infusión en varias grandes familias:
- Tés verdes, las hojas se secan acabadas de cosechar, ya sea a alta temperatura, o al vapor.
- Tés blancos, es un té muy raro. Las hojas apenas se marchitan y después se secan, por lo que se oxidan muy poco.
- Tés amarillos, las hojas se fijan primero con un secado, después se fermentan en un lugar húmedo, se les da forma y se secan de nuevo.
- Tés azul-verdes, son tés semifermentados. Tras la cosecha se dejan marchitar y luego se fermentan parcialmente, se les da forma y se vuelven a secar.
- Tés negros, las hojas se fijan con calor para evitar que se adelante la oxidación, después se las aplasta y se secan parcialmente. Después de esto se produce la fermentación completa en un lugar húmedo, para acabar con un secado de las hojas.
- Tés rojos, las hojas se marchitan acabadas de cosechar y se aplastan con dos rodillos, esto produce una considerable oxidación y una ligera fermentación. Para terminar se secan las hojas a altas temperaturas.
Bibliografía para saber más:
- Largoce, Stéphan. Los Aromas del Té. Larousse
- Cheadle, L., Kilby, N. El libro del té. Blume