La ciencia ya había establecido que algunas infecciones estaban detrás de ciertos problemas mentales, por ejemplo, la sífilis. Ahora también se investiga si variaciones no deseadas en nuestra flora microbiana podría influir en trastornos como la depresión o la ansiedad. Incluso estas variaciones podrían estar detrás del Síndrome de fatiga crónica. No obstante aún hay un largo camino de investigación por recorrer antes de llegar a conseguir resultados prácticos.


Mayte Bonilla Castro

La flora o microbiota intestinal está formada por los miles de bacterias que viven en el intestino. Esta microbiota genera productos hormonales que influyen en nuestro cerebro y en nuestra conducta, además de mejorar nuestra inmunidad y nuestra nutrición. El intestino es nuestro segundo cerebro, y se ha demostrado que también el aparato digestivo contiene neuronas.

El conocimiento de esta relación entre el intestino y el cerebro no es nuevo, si no que en el siglo XIX ya lo sabían. Todos hemos podido experimentarlo en un momento u otro de nuestra vida: cuando tenemos un examen y los nervios no nos dejan comer, o al revés, tenemos que comer a todas horas. Y no hay que explicar lo que ocurre a veces cuando nos asustamos…

Se conocía que el cerebro se conecta con el intestino a través de corticoides –un tipo de hormonas-, pero que la conexión sea también a la inversa, desde el intestino y su microbiota, es mucho menos conocido. Las investigaciones actuales ampliarían este eje cerebro-intestino a microbiota-intestino-cerebro.

Así la próxima vez que sientas mariposas en el estómago, pregúntate si estás enamorado o necesitas un probiótico.

El futuro puede estar en los psicobióticos

Los científicos trabajan en conseguir desarrollar medicamentos que, influyendo en la flora intestinal, solucionen o mejoren la salud mental. Sería tener, por ejemplo, una píldora ansiolítica cuyo principio activo sea una bacteria que vaya al intestino y de allí avise al cerebro para relajar los nervios. Esto sería un psicobiótico. Y estos psicobióticos son bacterias que al ingerirlos en cantidades adecuadas mejorarían la salud mental.

Para aclarar un poco los conceptos, indicar que los probióticos son microorganismos vivos que consumidos en cantidades correctas producen un beneficio en el consumidor. Los psicobióticos serían un tipo de probióticos.

Los prebióticos, en cambio, no son organismos vivos, sino un tipo de fibra no digerible con efectos beneficiosos para la salud al estimular el crecimiento de un tipo de bacterias específico del colon.

Experimentos realizados con modelos animales han demostrado el potencial que tienen algunos microorganismos para tratar diferentes trastornos mentales (a lo ratones que a los que se le eliminó la microbiota intestinal al nacer sufrieron trastornos deimages comportamiento social y se volvieron hiperactivos), pero existen pocas investigacionesfiables en humanos. Por ello los científicos advierten que se trata de un área de estudios muy incipiente. Tanto en Estados Unidos como en Europa se han puesto en marcha proyectos que no darán resultados productivos hasta dentro de al menos una década.

Según explicaba Thomas Insel en 2012, cuando aún era director del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos: “una de las grandes fronteras de la neurociencia clínica de la próxima década será averiguar cómo influye la diversidad del mundo microbiano en el desarrollo del cerebro y su comportamiento”.

Los psicobióticos suponen una esperanza de futuro para las personas que sufren trastornos psiquiátricos, especialmente para los que no responden al tratamiento convencional.

El misterio de cómo los psicobióticos influyen en el cerebro

La gran incógnita que se plantea es cómo los psicobióticos pueden llegar a tener efectos sobre la mente. Se barajan varias posibilidades. Una de ellas es que actúen directamente sobre el sistema nervioso entérico – el que controla el aparato digestivo – que a su vez se comunica con el cerebro.

Otra posibilidad sería que regulen el sistema inmunitario intestinal, el cual modula el sistema nervioso central.

La tercera opción sería que se produjeran metabolitos que se distribuyen en el cerebro y son beneficiosos.

Una de las pocas investigaciones realizadas con pacientes con depresión mostró que el consumo de lactobacilos y bífidobacterias se relacionaba con una mejora de los síntomas. Pero también hay que incluir cualquier cosa que afecte a las comunidades bacterianas que se hallan en el intestino, como el ejercicio físico o la dieta. Los menores y los ancianos serían a los que más influiría este tipo de sustancias.

“Se ha demostrado que algunas bacterias intestinales de los géneros Lactobacillus y Bífidobacterium segregan o modulan sustancias neurotransmisoras como GABA, acetilcolina o serotonina, implicadas en la regulación de muchos procesos fisiológicos y neurológicos cuya disfunción se relaciona con la ansiedad o la depresión”, afirma Carmen Peláez, jefe del grupo de Biología Funcional de Bacterias Lácticas del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación CIAL-CSIC (Madrid).

Una regulación poco clara

La regulación sobre los probióticos (entre los que estarían los psicobióticos) no es tan estricta como con los demás medicamentos. Aunque la normativa está acordada por la FAO y la OMS, en Europa no se ha querido seguir, por lo que el consumidor está realmente indefenso. Hay que dejar muy claro, no obstante, que no hay de momento ningún medicamento que se comercialice con la etiqueta de psicobiótico, y en el futuro podría presentarse un problema.

Al venderse los probióticos como suplemento alimenticio y no como medicamento, no se aplica la normativa. Un estudio realizado a modo de prueba por Francisco Guarner – investigador jefe del área de Microbiota Intestinal y Probioticos en el Hospital Vall d’Hebron (Barcelona) – en el que se compraron doce productos etiquetados como probióticos, demostró que dos de ellos eran un fraude, pues no contenían ningún microorganismo. Haría falta una regulación clara que proteja al consumidor cuando estas sustancias pasen del laboratorio al mercado.

De todas formas, para llegar a la comercialización de los psicobióticos aún queda mucho camino por recorrer. Eso sí, supone una esperanza de futuro para las personas que sufren trastornos psiquiátricos. Especialmente para aquellos que no responden a la medicación convencional y que podrían beneficiarse de estos suplementos para mejorar la respuesta del cerebro a los medicamentos actuales.

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